Autora:Carla MaliandiIdioma: CastellanoPubliación: 2 de octubre 2024Género: Ficción ContemporáneaEditorial: BarrettPáginas: 160
Hay libros que no vienen con lecciones de vida ni frases de taza motivacional, y menos mal. La habitación alemana es de esos: una historia que no quiere ser terapia ni manual de autoayuda (¡gracias, Carla, por ese regalo!), sino un viaje extraño y magnético que se lee casi de un tirón.
Aquí seguimos a una protagonista sin nombre, y eso ya dice mucho, una treintañera que huye de su vida en Buenos Aires y se planta en Heidelberg, ciudad de su infancia. ¿Con qué se encuentra? Con un edificio de habitaciones baratas, personajes rarunos que entran y salen, y la incomodidad de estar en un sitio que no acaba de ser suyo.
Lo curioso es que mientras lees no esperas moralejas, pero sin querer te descubres pensando en tus propias fugas, en esos momentos en los que todos quisiéramos pulsar el botón de reset. A veces la narración es tan gris como un invierno alemán, otras veces surrealista, casi absurda, y en otras hasta cómica. Esa mezcla es lo que hace que no quieras soltarlo.
Carla Maliandi escribe con una voz honesta, que no busca adornos innecesarios. Y eso engancha. Es como si te sentaras a escuchar a una amiga que te cuenta algo raro que le pasó… y de pronto te das cuenta de que estás metidísimo en su relato.
Esta novela me atrapó porque no promete nada y, sin embargo, lo da todo. No busca enseñarte, pero te remueve. Es rara, áspera, humana y muy, muy adictiva. Yo no sé si la protagonista encontró respuestas en Heidelberg, pero yo encontré una lectura de esas que se quedan rondando en la cabeza y que vuelves a recordar en momentos insospechados.
Quizá, y lo digo con un “quizá” muy grande, el único “pero” que algunos lectores podrían ponerle es que está escrita en argentino. Hay quien puede sentirse algo incómodo o incluso cansado con ciertos giros idiomáticos. A mí, en cambio, me ocurrió lo contrario: ese detalle me metió aún más en la historia. Sentí que la voz de la narradora era completamente real, como si estuviera leyendo una carta escrita solo para mí. Esa cercanía, ese tono íntimo y directo, hizo que la lectura me resultara todavía más verosímil y emocionante.
Y ese final… ¡ay, ese final! Tan inesperado, tan poco convencional, que no lo vi venir, pero cuanto más lo pienso, más creo que no podía haber otro mejor. O quizá sí…
En definitiva, La habitación alemana no es una historia que busque moralejas ni grandes respuestas, pero sí es una experiencia literaria honesta y profundamente humana.
«No existe mejor cosa en el mundo en este momento que la soledad de mi cuarto alquilado, mi guarida europea sin lujos pero llena de confort, los fuertes postigos de la ventana, el edredón blanco, la almohada impecable»
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