INMA CHACÓN (Zafra, 1954) es doctora en Ciencias de la Información y fue decana de la Facultad de Comunicación y Humanidades de la Universidad Europea. Su primera incursión en el mundo de la narrativa fue con "La princesa india", novela a la que siguieron "Las filipinianas", "Tiempo de arena" (por la que fue finalista del Premio Planeta), "Mientras pueda pensarte" y "Tierra sin hombres", que fueron grandes éxitos de ventas y crítica. También ha publicado la colección de relatos "Voces. Antología personal" y los poemarios "Alas", "Urdimbres", "Antología de la herida" y "Arcanos". En el campo de la dramaturgia, es autora de varias obras, entre las que destacan "La Baltasara" y "Las Cervantas", escrita junto a José Ramón Fernández por encargo de la Biblioteca Nacional. También ha colaborado en numerosos libros colectivos de poemas y de relatos. "Los silencios de Hugo", su séptima novela, es un homenaje a su tierra, Extremadura.
𝑪𝒐𝒎𝒐 𝒐𝒑𝒊𝒏𝒊𝒐𝒏𝒆𝒔 𝒉𝒂𝒚 𝒎𝒖𝒄𝒉𝒂𝒔, 𝒗𝒐𝒚 𝒂 𝒅𝒂𝒓 𝒍𝒂 𝒎í𝒂
Con Los ojos de Bruna, Inma Chacón nos ofrece una novela que captura la esencia de la tragedia y el misterio familiar, hilando con destreza una historia que va más allá de un simple asesinato para adentrarse en los complejos rincones de las emociones humanas. En esta obra, la autora nos transporta a una hacienda aislada, en la que la muerte parece convertirse en un personaje más, acechando desde las sombras de la casa y las cicatrices de su pasado.
La trama se desarrolla en diciembre de 1870, cuando el grito desgarrador de la hermana del vizconde de Altaslomas marca el inicio de una pesadilla. La joven hija del terrateniente, Bruna, ha sido hallada muerta, reclinada sobre la mesa con un corte limpio en el cuello. El entorno familiar es el primero en ser señalado como sospechoso, y es en estos momentos de incertidumbre y tensión donde la autora brilla con su habilidad para entrelazar el misterio con las relaciones humanas más oscuras. Todos callan, todos mienten, y la figura del vizconde, el padre de la víctima, se presenta como un hombre distante, inquietante, con un comportamiento extraño hacia su hija.
Chacón no solo nos ofrece una investigación de crimen; nos permite asomarnos a la profunda disfunción familiar. La tía de la víctima, la única testigo, asegura haber visto a dos hombres encapuchados saliendo del patio en el momento del asesinato. Y aquí es donde la novela se convierte en un juego de sombras y espejos, donde las apariencias engañan y cada personaje esconde más de lo que revela. Es una trama construida sobre secretos, mentiras, y esa desconcertante sensación de estar a punto de descubrir algo demasiado terrible para ser verdad.

Lo que destaca en Los ojos de Bruna es la maestría de Chacón al crear una atmósfera densa, que atrapa al lector y no lo suelta. La casa, la Hacienda de la Cumbre, es casi un personaje más: sus paredes, que han presenciado tragedias pasadas, parecen susurrar en cada rincón. El paisaje nevado y sombrío de la España rural del siglo XIX sirve como un lienzo perfecto para la historia, creando la sensación de estar atrapado en un lugar aislado, donde las sombras de la culpa acechan cada paso.
Chacón también nos invita a reflexionar sobre el peso del pasado y sus huellas en el presente. La relación entre el vizconde y su hija, marcada por la tragedia del incendio y la ceguera, es un eje fundamental que da forma a los personajes y sus motivaciones. En esta novela, los personajes no son simples arquetipos de víctimas y culpables, sino seres complejos, rotos por sus propias historias.
En cuanto al ritmo de la narración, Los ojos de Bruna avanza con una cadencia pausada, permitiendo que cada revelación y cada giro se sientan como parte de un todo perfectamente estructurado. Aunque la resolución del misterio no es particularmente inesperada, Chacón sabe mantener la tensión hasta el último momento, utilizando sus habilidades para desvelar los secretos lentamente, hasta que la verdad emerge con un impacto emotivo que deja al lector reflexionando.
En resumen, Los ojos de Bruna es una novela que no solo satisface a los amantes del misterio, sino que también ofrece una rica exploración de las emociones humanas, los vínculos familiares, y el peso de la historia. Inma Chacón, con su prosa precisa y evocadora, ha creado una obra que va más allá de un simple caso de asesinato, sumergiendo al lector en un universo lleno de oscuridad, secretos y, sobre todo, una profunda humanidad.
Si te gustan las historias donde el misterio se mezcla con el drama humano y las tensiones familiares, Los ojos de Bruna es una obra que no querrás dejar pasar.

𝑨𝒒𝒖í 𝒗𝒂 𝒎𝒊 𝒐𝒑𝒊𝒏𝒊ó𝒏 𝒑𝒆𝒓𝒔𝒐𝒏𝒂𝒍, 𝒔𝒊𝒏 𝒇𝒊𝒍𝒕𝒓𝒐𝒔:
Los ojos de Bruna me ha dejado con una sensación extraña, esa mezcla de fascinación y desasosiego que se queda contigo incluso después de cerrar el libro. Desde el principio, la novela te atrapa con su atmósfera densa, como si pudieras sentir el frío y la quietud de esa hacienda aislada. El asesinato de Bruna es solo el principio, pero lo que realmente me impactó fue cómo Chacón construye esa atmósfera de misterio alrededor de los personajes.
Lo que más me hizo reflexionar fue la complejidad de las relaciones familiares. La historia no se reduce a una simple investigación de asesinato. Hay algo más profundo en juego: la culpa, las mentiras que se tejen en torno a la verdad y cómo un secreto puede marcar a toda una familia. La figura del padre, el vizconde, es inquietante. Su comportamiento extraño hacia su hija y la forma en que se niega a colaborar en la investigación me dejaron preguntándome hasta qué punto es capaz de ocultar algo aún más oscuro.
Lo que más me molestó fue que, a pesar de lo que todos los personajes intentan ocultar, el entorno familiar y las relaciones nunca se sienten del todo auténticas. No es que los personajes sean planos, es que hay algo demasiado calculado en sus interacciones, como si todos estuvieran jugando un papel. Eso, en cierto modo, le quitó algo de frescura a la historia.
Aunque la resolución del crimen no me sorprendió tanto como esperaba, la novela me dejó con la sensación de que no todo tiene una respuesta fácil. Hay temas que quedan flotando, como la culpa heredada y cómo el pasado de alguna forma se repite una y otra vez. Es una obra que, en el fondo, habla más sobre las cicatrices invisibles que sobre el crimen mismo.
En resumen, Los ojos de Bruna me dejó un sabor agridulce. Es una novela bien escrita, con una gran atmósfera, pero que también me hizo cuestionar ciertas cosas, sobre todo la manera en que algunos personajes parecían demasiado construidos para que el misterio pudiera desarrollarse como debía. Aun así, creo que es un libro que dará mucho de qué hablar, especialmente si te gustan las historias familiares con tintes oscuros.
«La aldea se había impregnado de un polvo rojizo procednte del sur, suspendido en un aire caliente y denso, pegajoso, transformando en torbellinos sin previo aviso, donde la arena se disparaba de un lado a otro»
«𝑸𝒖𝒆 𝒅𝒊𝒔𝒇𝒓𝒖𝒕𝒆𝒏 𝒅𝒆𝒍 𝒗𝒊𝒂𝒋𝒆. 𝑪𝒐𝒏 𝒔𝒖𝒆𝒓𝒕𝒆 𝒐𝒔 𝒍𝒍𝒆𝒗𝒂𝒓á 𝒂 𝒍𝒖𝒈𝒂𝒓𝒆𝒔 𝒒𝒖𝒆 𝒏𝒖𝒏𝒄𝒂 𝒊𝒎𝒂𝒈𝒊𝒏𝒂𝒓𝒐𝒏»